He venido de muy lejos
para entender tu alma
que resplandeciendo en tus ojos
cambia de colores como el mar.
El sabor de tu piel
es de agua salada
¿cómo has podido sobrevivir
donde no soplaban vientos desencadenados
de un horizonte abierto?
En un alba jamás olvidado
desperté con un grito que sonaba a libertad
y una gaviota blanca, blanca se lanzó
hacia un cielo aún oscuro;
tú me sonreías y entonces comprendí
que finalmente había llegado.
Más tarde, bajo un sol radiante,
el viento jugando con las hojas de eucalipto
las hizo brillar y parecer
pececillos plateados en el agua.
Tú me has traído a esta tierra
que amándote a ti
aprendí a amar.
©Karin Monteiro-Zwahlen, wwww.mundiscript.de.to